Adolfo de Castro y Rossi

Cargos políticos:

Adolfo de Castro y Rossi ( 6 de septiembre de 1823 - 13 de octubre de 1898), ejerció diversos cargos en la ciudad de Cádiz, renunciando a otros de mayor proyección en Madrid, en parte por el amor que profesaba a su ciudad natal. Así, fue nombrado Gobernador Civil de esta provincia, puesto que ocupó en una época tan difícil como la mitad del siglo XIX. En Sevilla ocupa el puesto de Secretario de aquel gobierno, quedando después de gobernador interino. Al volver a Cádiz fue elegido para gobernador interino, nombrado más tarde para la tercera Alcaldía y elevado a la primera, cargo que desempeñó hasta 1850, añous durante los que libró del servicio militar a todos los quintos pobres, introdujo el adoquinado en la pavimentación de las calles, creó escuelas y empezó los trabajos para que el Ferrocarril de Madrid al Puerto de Santa María llegase hasta Cádiz,

Nombrado Gobernador Civil de Huelva, sobrevive a un atentado en 1869, tras lo cual, deja de lado su carrera política centrándose de lleno en sus inquietudes literarias.

Académico de la Academia de Buenas Letras de Sevilla y de la Academia de Bellas Artes de Cádiz y correspondiente de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas.

Vida literaria:

Su vida de erudito y literaria en su mayor gloria; sus profundos conocimientos revelados en sus numerosas publicaciones y el arte del buen decir, en el que superaba a los mejores prosistas castellanos, le hicieron alcanzar uno de los primeros puestos entre los escritores españoles; sus obras recibidas con avidez, no por el vulgo sino por los más profundos pensadores Al terminar las ediciones españolas sus obras eran traducidas en inglés y francés.

Apasionado lector desde muy joven, sobre todo de clásicos españoles del Siglo de Oro, se convirtió con el tiempo en polígrafo, erudito, cervantista y falsificador literario español. Llegó a apropiarse el lenguaje de esa época y a elaborar complejos pastiches cervantinos que hizo pasar como obras originales, como por ejemplo la Epístola a Mateo Vázquez y El buscapié (1844); la superchería tuvo tal éxito que la obra fue traducida a casi todas las lenguas cultas y fue reimpresa innúmeras veces, hasta que Bartolomé José Gallardo hizo ver el engaño; él se defendió con la sátira Las aventuras literias del iracundo Estremeño don Bartolo Gallardete (1851)

Historia de los Judíos españoles(1847), El Buscapié (1848) que fue motivo de enconadas polémicas; Los protestantes españoles; La Tabayda de Estacio, Ernesto Renan ante la erudición sagrada y profana; Serena, novela que lleva el nombre de su hija; La cierva herida, que superó a la “Eloísa” de Rouseau; Historia de Cádiz (1845) ampliada después como Historia de Cádiz y su provincia desde los remotos tiempos hasta 1814(1958), una Historia de Jerez (1845), Examen filosófico de las principales causas de la decadencia de España (1851), Gran diccionario de la lengua española (1852), Poetas líricos de los siglos XVI y XVII y Curiosidades bibliográficas (dos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra, 1855 a 1857), Filosofía de la muerte (1856), Ernesto Renán ante la erudición sagrada y profana (1864),Cádiz en la Guerra de la Independencia: cuadro histórico (1864), La última novela ejemplar de Cervantes (1872), Varias obras inéditas de Cervantes (1874), La Epístola moral a Fabio no es de Rioja (1875), Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades del habla española (1879), Una joya desconocida de Calderón (1881), Libro de los galicismos (1898), Curiosidades lingüísticas (1891), El Quijote de Avellaneda (1899) y muchas más.

Bibliotecario de una biblioteca inexistente

También escribió variedad de artículos para periódicos, y fue director de “La Palma” y de “El Constitucional”. En los últimos años de su vida, el ayuntamiento de Cádiz le nombra Bibliotecario Municipal (de una biblioteca que no existía), c obrando por ello una renta mensual que le permitiría vivir desahogadamente los últimos años de su vida. A cambio, éste entregaría 200 obras anuales a la ciudad.

Enfermo y achacoso no dejó de trabajar hasta su muerte. Fallece el 13 de octubre de 1898 a los 75 años en la calle del Oleo, actual calle Cervantes. En su casa se le recuerda con una placa colocada en 1911

Bibliografía:

Yolanda Vallejo Márquez, Adolfo de Castro (1823-1898). Su tiempo, su vida, su obra. 2000.

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