Historia de la Encuadernación del libro
Introducción:
O bligado es reconocer a la encuadernación toda la importancia que merece. A lo largo de la historia, la labor del encuadernador ha sido accesorio a la del impresor. Su labor en el taller era en muchos casos, la de completar la labor del impresor y su finalidad, la de conservar el ejemplar que contiene. Por suerte, en otras ocasiones era ejemplo de la manifestación artística de una época.
La bibliofilia está estrechamente unida con el ars ligatoria. El bibliofilo es la persona exquisita que sobre todo adora la belleza y la forma. Tal y como nos dice el gran encuadernador Antolín Palomino Olalla en su Autobiografía “el arte más nobilísimo es la encuadernación”.
La historia de la encuadernación está enormemente ligada a la historia del libro y de las bibliotecas. Ya en las épocas antiguas, desde el rollo de papiro hasta los libros o documentos en forma de códice, comenzaban a acumularse en las estanterías de las bibliotecas, y sólo el bibliotecario o responsable era capaz de localizar una obra. Los libros estaban guardados en distintos recipientes como cajas, ánforas, cestas etc. En esta época no se puede hablar de encuadernación en sentido estricto, aunque ya en aquella época los rollos que trataban de un mismo tema se colocaban juntos en la misma ánfora o cofre de metal.
Con la desaparición del rollo y la llegada del códice se dan las primeras y primitivas encuadernaciones. En la época romana, los esclavos eran los encargados tanto de copiar el libro como de realizar su encuadernación.
La finalidad era clara: El códice, formado por varios cuadernillos escritos en pergamino, era muy frágil y pronto se vio la necesidad de protegerlos. Las primeras encuadernaciones se realizaron en tablillas de cedro, con bandas de cuero para envolverlos y unas correas para sujertar y transportar el códice. En las cubiertas comenzaron apareciendo las primeras ornamentaciones y técnicas decorativas.