El siglo XVII
El siglo XVII es una época de estancamiento en algunos sentidos y decaimiento en otros, en la producción de libros. En la historia del libro antiguo, es un siglo que pasa sin pena ni gloria y que está muy influenciado por importantes acontecimientos históricos como la guerra de los 30 años, las luchas en Flandes, las campañas italianas, las guerras en Cataluña, etc. Es un siglo que no trajo novedad alguna y que acontece sin pena ni gloria. El acabado y el aspecto del actual libro moderno se logró en el siglo XVI merced a los impresores humanistas:La casa de Elzevir, Aldo Tory, Plantino y en nuestro país Sancho de Nebrija.
La guerra de los 30 años trajo consigo una crisis económica y un enorme empobrecimiento de las clases sociales. De esta decadencia se salvaron los Países Bajos donde la familia Plantino y la dinastía Elzevir llevaron al libro a altas cotas de perfección. Muchos de los libros publicados en castellano en este siglo, se hicieron allí. No olvidemos que Felipe II otorgó el privilegio a la familiaa Plontino para la impresión de los libros litúrgicos para los estados dependientes de la Corona -privilegio que duró hasta 1764- año que por fin, Carlos III llevó esta producción a Madrid.
Es el libro publicado en la península de mala calidad, con equipos fabricados en siglos anteriores y sobre los cuales no se aplica novedad alguna y con papel de peor calidad. En 1610 Felipe III dicta una pragmática en virtud de la cual los naturales de Castilla no podían publicar sus obras fuera de él sin una licencia especial. Además, obliga a los importadores a presentar al Santo Oficio de la Inquisición a presentar una lista de todas las obras importadas del extranjero (autor, título, fecha y lugar) junto al listado de las obras que tenían en depósito, sometiéndose finalmente en 1627 a censura previa, “libros no necesarios o convenientes, ni de materias que deban o puedan excusarse o no importe su lectura pues ya hay abundancia de ellas”.
Sufre de nuevo el libro de nuevos tributos de los que estuvo exento desde la época de los Reyes Católicos. Aparecen las primeros índices de libros prohibidos por la Inquisición, auténticas bibliografías que en la actualidad aportan datos muy valiosos.En este celo inquisitorio, fué Quevedo el autor que más lo sufrió en sus obras. La portada en este siglo alcanza una complicación importante con la inclusión de la relación de títulos nobiliaros o profesionales de sus autores, junto a los nombrses de los mecenas seguidos de los escudos heráldicos del autor o personalidad a la que va dedicada la obra. La tipografía usada es habitualmente la romana o redonda
En este estancamiento, Madrid fué una flor en medio de un lodazal. Recordemos que en el año 1561 Felipe II estableció la Corte en esta ciudad. En 1566 Alonso gómez establece la primera imprenta y la ciudad se transformó en una auténtica corte literaria, centro de la vida intelectual española en donde se asentaron más de 100 impresores. Consiguió absorver la labor editora de ciudades como Alcalá de Henares, Medina del Campo o Valladolid.
La primera impresión del Quijote apareció en Madrid, obra del taller de Juan de la Cuesta en 1605. Aunque de pobre edición, la portada estuvo a gran altura. También allí dio luz la edición príncipe de la segunda parte así como otras primeras ediciones de obras cervantinas. Otra imprenta importante fue la de alonso Martín, de cuyas prensas salieron libros como la “Conquista de las Islas Molucas” por Bartolomé Leonardo de Argensola en 1609, Arcadia e Isidro de Lope de Vega en 1613 o el “Viaje del Parnaso” en 1614.
Igualmente no podemos olvidarnos de Francisco Martínez , de cuyo taller salieron las obras más correctas del siglo, Juan González o Andrés García de la Iglesia al que debemos la primera edición del Quijote publicada en España con grabados en 1674,. Destaca también la Imprenta Real, que aunque fundada a finales del siglo anterior, realizó en este siglo sus primeras ediciones, como la “Historia general de los hechos castellanos en las Islas de Tierra Firme del Mar Océano” de Antonio de Herrera en 1601 o el “Arte de ballestería y montería” de Alonso Martínez en 1644.
No fue sólo Madrid centro de producción. Barcelona, Zaragoza y Valencia desarrollan una importante labor en la producción, aunque de sus prensas no salieron obras demasiado destacables, aunque de sus imprentas salieron una buena cantidad de ediciones príncipe de los autores del siglo de oro