Historia del libro en Europa
En la época romana, los escolares escribían en tablillas revestidas de cera, que unidas formaban un duplex, trypticus o incluso quintuplex. Los teoremas geométricos se dibujaban en la arena y las bibliotecas se componían de rollos de papiros guardados en vasijas de arcilla.
Tras la caida del imperio romano, se dan dos hechos importantes: el triunfo del pergamino sobre el papiro y del códice sobre el rollo. El papiro cede poco a poco lugar a la piel de cabras, corderos, cerdos o terneras que era macerado en pilas que contenían una lechada de cal, donde permanecían varios dias hasta la pérdida del pelo. Posteriormente con una cuchilla se raían y tras su secado, se raspaban con una piedra pómez. Así se conseguían las dos caras del pergamino. El recto, formado por la parte interior de la piel -siempre más blanco que el exterior- y el verso posterior, siempre el más moreno y por tanto, el menos apreciado. Éstas, unidas por la costura se denominaron tal y como se hacía anteriormente con las tablillas, como “Codex”.
No obstante, existieron códices en papiro hasta el siglo XI, en el que fué publicado el último: El Codex Traditionum, que se encuentra en la Biblioteca de Munich. El hecho de que siguieran fabricándose estos códices durante tantos siglos, no fueron razones prácticas sino sólo por prestigio.