Los gases:
El dióxido de azufre, el ácido sulfhídrico o el dióxido de nitrógeno son gases que se generan en las grandes ciudades de manera masiva. Su combinación genera dos temibles ácidos degradantes: el sulfúrico y el nítrico.
El polvo
El polvo es un elemento temible ya que absorben estos ácidos que al depositarse en nuestros libros los abrasan; por no hablar de que sirven como vehículo de propagación de ciertas esporas.
Para evitar todo esto, existen unos sistemas carisimos capaces de eliminar cualquier gas nocivo de nuestra atmósfera (quien sabe, al ritmo que degradamos el planeta quizás necesitemos instalar alguno en alguna “islita” como Australia) pero son sistemas que nuestro bolsillo rara vez se puede permitir. En ese caso o tenemos nuestra biblioteca dentro de un parque o la guerra está perdida de antemano. Trasladar la calle que pasa por debajo de nuestra ventana y reconvertirla en zona peatonal es algo imposible salvo que demos con un político lo suficientemente corrupto. Lo mejor será pues, alejar los libros de las ventanas, intentar sellarlas lo mejor posible y si es posible, instalar ventiladores de ventanas provistos de filtros. Pero sin duda, la mejor forma de cuidar nuestros libros es limpiarles continuamente el polvo.