Miguel de Cervantes Saavedra
Infancia de Miguel de Cervantes
Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 , en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, de Alcalá de Henares, donde nació posiblemente el día 29 de septiembre, día de San Miguel. Miguel de Cervantes era el cuarto hijo del matrimonio del hidalgo Rodrigo de Cervantes con Leonor de Cortinas.
En 1551 su familia se traslada a Valladolid con tras no poder afrontar las deudas familiares, vuelven a Alcalá de Henares y al menos el padre emprende un verdadero peregrinaje que lo lleva, primero, a Córdoba. Es posible que Cervantes asistiese allí al colegio jesuítico de Santa Catalina, emprendiendo así sus primeros pasos escolares y empapándose ya, con seis años, en los ambientes picarescos que luego recrearía en su escritos.
Posteriormente tras recoger una herencia familiar, Rodrigo Cervantes se halla establecido con su familia en Madrid, iniciando por esos años el joven Cervantes su carrera literaria gracias a Alonso Getino de Guzmán, organizador de espectáculos de la capital. Cervantes inicia sus primeros pasos poéticos con un soneto ("Serenísima reina en quien se halla") escrito a propósito de la celebración del nacimiento (1567) de la infanta Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois,
Se ha conservado una providencia de Felipe II que data de 1569, donde manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara realmente de Cervantes, ése podría ser el motivo que le hizo pasar a Italia. Llegó a Roma en diciembre del mismo año. Allí se establece como camarero del cardenal Giulio Acquaviva, al que serviría durante un tiempo (algo más de un año) para iniciar pronto su carrera militar. Allí tuvo Cervantes ocasión de familiarizarse con la literatura italiana del momento, tan influyente en su propia obra.
El Manco de Lepanto
Corre el año 1571; España y Venecia junto a otros estados se preparan para la guerra contra los turcos. Las tropas de Diego de Urbina embarcan en la galera Marquesa,encargadas de prestar apoyo al contingente veneciano. Cervantes enferma de malaria y padece fiebres altas, lo que no impide que pelee heroicamente, situado en el esquife de la nave, en la más "alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros", como él denominaba a la batalla de Lepanto. Allí recibe dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda, que se la dejaría inutilizada para inmortalizarlo como "manco de Lepanto".
En una información legal elaborada ocho años más tarde se dice:
Cuando se reconosció el armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud... Y peleó como valente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga... De la dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano.
En 1575, obtiene cartas de recomendación de don Juan y el duque de Sessa y decide regresar a España. Así, a principios de septiembre embarca en Nápoles en una flotilla de cuatro galeras que se dirige a Barcelona. Una tempestad las dispersa y El Sol, en la que viajaban Cervantes y su hermano, es apresada, frente a las costas catalanas, por unos corsarios berberiscos al mando de Arnaut Mamí. Los cautivos son conducidos a Argel y Miguel de Cervantes cae en manos de Dalí Mamí, apodado El Cojo, quien, a la vista de las cartas de recomendación de nuestro soldado, fija su rescate en 500 ducados de oro, cantidad prácticamente inalcanzable para su familia. Se inicia así el período más calamitoso de su vida: cinco años de cautiverio en los baños argelinos, jalonados por numerosos intentos de fuga siempre fallidos.
No cabe duda, que estos años dejaron un recuerdo imborrable en la mente del autor:
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (Quijote, II, 58).
En mayo de 1580, llegaron a Argel los padres Trinitarios (orden encargada del rescate de prisioneros) fray Antonio de la Bella y fray Juan Gil. Fray Antonio partió con una expedición de rescatados. Fray Juan Gil, que únicamente disponía de trescientos escudos, trató de rescatar a Cervantes, por el cual se exigían quinientos. El fraile se ocupó de recolectar entre los mercaderes cristianos la cantidad que faltaba. La reunió cuando Cervantes estaba ya en una de las galeras en que Azán Bajá zarparía rumbo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo». Gracias a los 500 escudos tan arduamente reunidos, Cervantes es liberado el 19 de septiembre de 1580
El 27 de octubre llega a las costa españolas y desembarca en Denia (Valencia): su cautiverio ha durado cinco años y un mes. A finales de año se traslada a Madrid, para iniciar una serie de demandas que recompensen sus servicios militares.
Dedicado de lleno a las letras, en el mundo literario del Madrid de finales del siglo XVI, mantiene relaciones amistosas con las más altas plumas de la época: Laýnez, Figueroa, Padilla… y se dedica a redactar La Galatea (donde figuran como personajes buena parte de estos autores), que vería la luz en Alcalá de Henares, en 1585. Sigue también muy de cerca la evolución del teatro, acelerada por el nacimiento de los corrales de comedias, y se empapa de las obras de Argensola, Cueva, Virués, etc., llevando a cabo una actividad dramática muy fecunda
Ante la imposibilidad de obtener algún cargo público, Cervantes parece ya claramente abocado a la literatura, aunque las cosas cambiarían muy pronto.
Es muy probable que entre los años 1581 y 1583 Cervantes escribiera La Galatea, su primera obra literaria en volumen y trascendencia. Se publicó en Alcalá de Henares en 1585. Hasta entonces sólo había publicado algunas composiciones en libros ajenos, en romanceros y cancioneros, que reunían producciones de diversos poetas. La Galatea apareció dividida en seis libros, aunque sólo escribió la «primera parte». Cervantes prometió continuar la obra; sin embargo, jamás llegó a imprimirse.
En 1584 Cervantes mantiene relaciones con Ana de Villafranca, o Ana Franca de Rojas, de quien nacería su única hija: Isabel de Saavedra. Inmediatamente, Cervantes viaja a Esquivias para entrevistarse con Juana Gaitán, viuda de su amigo Pedro Laýnez, e intentar publicar sus obras. Allí conoce a Catalina de Palacios, con cuya hija de diecinueve años, Catalina de Salazar, contrae matrimonio, a sus treinta y siete, el 12 de diciembre. Se instala con su esposa de momento, pero pronto iniciará un permanente peregrinaje entre Esquivias y Madrid
El 5 de marzo de 1585 firma un contrato con Gaspar de Porres, quien le entregará cuarenta ducados por dos piezas perdidas: El trato de Constantinopla y La confusa (por estos años debieron de componerse también los títulos desaparecidos de su primera época teatral). Pocos días después se publica la Primera parte de la Galatea, dividida en seis libros, dirigida a Ascanio Colona e impresa en Alcalá de Henares, por Juan Gracián, a costa de Blas de Robles. Ese mismo año muere su padre. Los viajes arrecian: se desplaza con frecuenencia a Toledo y ya a finales de año lo encontramos en Sevilla, desde donde regresa a Esquivias por Navidad.
Miguel de Cervantes y Sevilla
Desde principios de mayo de 1587 le vemos instalado en Sevilla, donde, al fin, obtiene, por mediación de Diego de Valdivia (Alcalde la Real Audiencia de Sevilla), el cargo de comisario real de abastos para la Armada Invencible.
Inicia así un ajetreado vagabundeo mercantilista, al que se dedicaría durante unos quince años, sin lograr más que disgustos, denuncias, algún que otro encarcelamiento y varias excomuniones por sus requisas de grano eclesiástico.
Como dramaturgo, se compromete en 1592 con Rodrigo Osorio a entregarle seis comedias, que no cobraría si no resultaban de las mejores, entre las cuales se cuentan varias de las incluidas en el tomo de 1615; como novelista, redacta varias novelas cortas y, mucho más importante, esboza nada menos que la primera parte del Quijote y, quizá, el comienzo del Persiles . Su labor como comisario de abastos termina en 1593, coincidiendo con la muerte de su madre en octubre.
Cervantes acepta en 1594 volver a su tarea de recaudador, depositando el dinero en casa del banquero Simón Freire. Pero la mala suerte persigue al escritor-recaudador: la quiebra del banquero le enviará de nuevo a la cárcel, esta vez en Sevilla (allí podría haber esbozado el plan novelesco del Quijote u haber iniciado su escritura).
Durante el verano de 1600 abandona Sevilla, por las mismas fechas en las que sus hermano Rodrigo muere en la batalla de las Dunas, sin que sepamos mucho más de él a ciencia cierta -como no sea que se dedica de lleno al Quijote- hasta 1604. Parece que viajó a Toledo, a Esquivias y hay quien supone, con poca fiabilidad, que pudo volver a la cárcel sevillana en 1602.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
A principios del año 1605 ve la luz El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, dirigido al duque de Béjar, en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta, a costa de Francisco de Robles. El éxito es inmediato y apabullante: inmediatamente salen ediciones piratas en Lisboa, Valencia y Zaragoza y a los tres meses Cuesta ya inicia la segunda edición. Cervantes vendió su obra por 1.500 reales y la tirada inicial fue de uno 1.600 ejemplares, que se vendían a 290,5 maravedíes.
Tras ser de nuevo encarcelado, Cervantes se traslada a Madrid, donde se instala -al menos desde 1608- en el barrio de Atocha; después en la calle de la Magdalena, muy cerca de la librería de Francisco Robles y de la imprenta de Juan Cuesta.
En 1613 Cervantes viaja a Alcalá e ingresa como novicio en la Orden Tercera de San Francisco, en la que haría votos definitivos tres años después. Salen las Novelas ejemplares, dirigidas al conde de Lemos, en Madrid, por Juan de la Cuesta, en casa de Francisco de Robles.
La segunda parte del Quijote no aparece hasta 1615: El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Ambas obras le ganan un puesto en la historia de la literatura universal y convierten a su autor en referente de la literatura occidental. Un año antes, aparece publicada una apócrifa continuación de Alonso Fernández de Avellaneda. Una novela escrita, al parecer, por un discípulo y amigo de Lope de Vega de origen aragonés o por un grupo de amigos de Lope. Sin duda debió ser un literato mediocre con cierta cultura teológica que intentó simplemente conseguir un beneficio que la gran difusión de la obra le proporcionaría.
Epílogo y muerte de Miguel de Cervantes Saavedra
Enfermo gravemente de "hidropesía" (probablemente una diabetes, enfermedad sin remisión en aquella época) en 1616 se vio morir: el 18 de abril recibe los últimos sacramentos; el 19 redacta unas conmovedoras palabras:
Señor; aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan: «Puesto ya el pie en el estribo», quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar diciendo:
Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta te escribo.
Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de V. E., que podría ser fuese tanto el contento de ver a V. E. bueno en España, que me volviese a dar la vida. Pero, si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos y, por lo menos, sepa V. E. este mi deseo y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle, que quiso pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía, me alegro de la llegada de V. E.; regocíjome de verle señalar con el dedo y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas dilatadas en la fama de las bondades de V. E. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del Jardín y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía (que ya no sería sino milagro), me diere el cielo vida, las verá, y, con ellas, el fin de la Galatea, de quien sé está aficionado V. E., y con estas obras continuado mi deseo; guarde Dios a V. E. como puede, Miguel de Cervantes.
La noche del 22 al 23 de abril, poco más de una semana después que Shakespeare, el autor del “Quijote” fallece y es enterrado al día siguiente, con rostro descubierto y el sayal franciscano, en el convento de las Trinitarias Descalzas de la calle de Cantarranas (actual calle de Lope de Vega). Los cofrades de la Venerable Orden Tercera de San Francisco tuvieron que pagar al escritor un entierro para pobres. Sus restos mortales se perdieron, dispersados a finales del siglo XVII durante la reconstrucción del convento.
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