Escuela de Traductores de Toledo
Los inicios y el contexto histórico:
En la Edad Media, la ciencia europea se ocultaba en perdidos rincones y si acaso, reducido a asuntos filosóficos. Existían traduciones de los tratados de Aristóteles interpretados por Boecio, el Timeo de Platón interpretado poc alcidio, el Isagoge de Porfirio, algunas compilaciones de Casiodoro, Alcunio y San Isidoro y poco más.
Los árabes sin embargo, eran depositarios del saber griego: Ptolomeo, Aristóteles, Platón, Galeno, Euclides gracias a sus contactos con los bizantinos y la ciencia india y persa traidas del lejano oriente. matemáticas, astronomía, astrología, medicina, quedaron unidas en un corpus científico manteniendo una llama que no sólo fue mantenida sino avivada.
Por otro lado tenemos el pueblo hebreo que al carecer de patria, había hecho del mundo su hogar, estaban sujetos a los dos poderes, islamismo y cristianismo, causando tanto odios como simpatías. Ningún grupo étnico de la época medieval pudo actuar como este lazo entre cristianos y árabes.
Con estos precedentes, desde la tercera década del siglo XII hasta bien entrada la mitad del siglo XIII, sucedió en Castilla un fenómeno muy importante para la historia de la civilización en el mundo occidental; concretamente la ingente labor de traducción del árabe al latín primero y luego al castellano, llevada a cabo conjuntamente con cristianos, musulmanes y judíos en lo que hoy se conoce como Escuela de Traductores de Toledo.
Se suele llamar Escuela de traductores de Toledo a una serie de iniciativas culturales dispersas y no limitadas solamente a la ciudad de Toledo, pero que obedecían a un plan e impulso común, emprendidas y protegidas por el rey de Castilla Alfonso X el Sabio.No se trataba de un centro educativo, a pesar de su nombre, sino de un grupo de estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que trabajaron conjuntamente en la investigación y traducción al castellano y al latín de todas estas obras encontradas de la cultura árabe y de la antigüedad, trasmitiéndolas posteriormente al resto de la Europa medieval.
El precedente de este fenómeno cultural lo podemos encontra en la fundación de los studii de Palencia y de Salamanca por Alfonso VIII y Alfonso IX, respectivamente, gracias a los cuales existe ya una relativa autonomía de los maestros y escolares respecto a las escuelas catedralicias y en consecuencia fue estableciéndose un acreciente diferenciación profana de conocimientos de tipo preuniversitario.
Periodos en la Escuela de Traductores de Toledo:
En su primer periodo, que podemos llamar Época Raimundiana (1130-1187) está impulsada por el arzobispo don Raimun Jiménez de Rada que quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos. Se tradujeron fundamentalmente obras de filosofía y religión del árabe al latín. Las universidades europeas comenzaron a conocer las obras de Aristóteles, comentadas por filósofos árabes como Avicena y Alfarabí, de autores hispano-judíos como Ibn Gabirol, y también se tradujeron el Corán y los Salmos del Antiguo Testamento.
Además, fundará en Sevilla unos Studii o Escuelas generales de latín y de arábigo y en 1269 la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí. Es así, pues, que no cabe hablar de una Escuela de traductores propiamente dicha, y ni siquiera exclusivamente en Toledo, sino de varias y en distintos lugares.
Tras este periodo, la labor traductora continúa pero de manera mínima, en un periodo que se conoce como época de transición (1188-1251).
Posteriormente se produce la llegada de Alfonso X en el siglo XII, comienza aquí su periodo más importante y llamada época Alfonsina (1252-1287); una etapa en la que se realizan las traducciones de los tratados de astronomía física, alquimia y matemáticas. Es importante el carácter y el bagaje cultural de este rey que lo hacían algo inaudito en el resto del continente. El rey Alfonso X había alcanzado un gran amor al saber, sobre todo gracias a la afición a esas materias que le había inculcado su madre, Beatriz de Suabia. Era políglota y su obsesión por la corona del Sacro Imperio Romano-Germánico y sus ansias de alcanzar la sabiduría de Salomón, le convencieron de la necesidad de compilar el saber necesario para tal labor. Además, defendió la independencia de la Corona con respecto a la Iglesia, convirtiendo el proyecto del Alfonso X en un fenómeno de profundas raíces humanísticas que no podremos volver a ver hasta la Europa del Renacimiento.
El gran impulso que este monarca dio a la Escuela de Traductores de Toledo supuso que este organismo recopilara un gran caudal de conocimientos, que el rey encauzó a través de la edición y composición de algunas de sus obras, entre la que podemos destacar las Tablas Alfonsíes. Otras obras traducidas de gran importancia fueron los tratados de Azarquiel, de Ptolomeo y del médico y matemático árabe Abu Ali al-Haitam. También vieron la luz obras como los Libros de ajedrez, dados y tablas y recopilaciones de cuentos como Calila e Dimma y Sendebar.
En este segundo periodo, las traducciones no se hacen al latín sino al castellano, y los métodos de traducción evolucionaron con el tiempo. A diferencia del primer periodo donde un judío o un cristiano conocedor del árabe traducía la obra original oralmente al romance, ante un experto conocedor del latín, el cual redactaba posteriormente en esta lengua lo que había escuchado. En el segundo periodo, las obras eran traducidas por una única persona, conocedor de diversas lenguas, cuyo trabajo era finalmente revisado por un enmendador.
De entre todos los que compusieron y trabajaron en esta institución, cabe destacar la labor realizada por traductores como Domingo Gundisalvo que interpretaba y escribía en latín los comentarios de Aristóteles, escritos en árabe que le eran traducidos al castellano por el converso sevillano Juan Hispalense , el italiano Gerardo de Cremona, los alemanes Hermann el Dálmata y Herman el Alemán, Abraham Alfaqui o los ingleses Roberto de Retines, Adelardo de Bath, Miguel Scoto o lor hermanos Daniel y Alfredo de Morlay. La gran presencia de traductores extranjeros se debe a la gran fama que alcanzó esta escuela en muy poco tiempo. Llegaron así sabios deseosos de aprender in situ de todos estos libros árabes de medicina, astronomía, matemáticas o ciencias naturales que para ellos, eran totalmente desconocidos.
Gracias a este gran esfuerzo intelectual, los conocimientos árabes y clásicos y se difundieron por el continente penetrando en el corazón de las universidades. Como fruto secundario de esa tarea, la lengua castellana incorporó un nutrido léxico científico y técnico, frecuentemente acuñado como arabismos y que son de uso cotidiano en la actualidad.
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Bibliografía:
Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa medieval castellana. Madrid, Cátedra, 1998, 2 vols.
Ángel González Palencia, Don Raimundo y los traductores de Toledo, Madrid, 1942.
Pensamiento y circulación de las ideas en el mediterráneo: El papel de la traducción. Escuela de Traductores de Toledo. Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 1997.
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